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No podemos negar que la vida de pareja es muy entretenida… que en algunos momentos se siente incluso como “bailar”. No obstante, no siempre acontece que la pareja permanece muy apretadita, ya que no es inusual, que en otras circunstancias, estos sean como estar bailando música electrónica, es decir, cada uno por su lado. Es así, que los primeros diez años de matrimonio son todo un desafío, ya que corresponde a un período de acomodo de la pareja que experimenta miles de cambios, entre estos, sentir como las “Mariposas nos dejan”. Utilizo para la metáfora a esta hermosa, efímera y primaveral mariposa, para referirme a esas maravillosas sensaciones de anhelo y ansiedad de estar con el otro, que vivimos intensamente cuando conocemos a alguien que nos trastorna y que se mantienen durante el pololeo, el noviazgo y en esos primeros años de matrimonio, cuando aún no llegan los hijos. Aquellas intensas y maravillosos sensaciones que se viven al conocerse y enamorarse…, ese tiempo en que ninguno de los dos podía estar lejos por más de dos horas en el día, todas esas, son las vivencias que nos inclinan a comprometernos y armar un proyecto en común. Ese período embobado de momentos tan similar a la aparición del vuelo multicolor de una mariposa, sensorialmente se nos traduce tal como si el tiempo se nos detuviese al estar juntos y pareciera que nada mas tuviere sentido que solo mirarse y sentirse al lado de la persona amada y deseada.

El porcentaje más alto de divorcio se encuentra entre los treinta y cuarenta años de edad, según las estadísticas de nuestro país y se concretan con mayor frecuencia entre los primeros cuatro o seis años de pareja. Todo apunta a que los años de enamoramiento se van desmoronando al entrar a la vida del día a día, a la llegada de los hijos y al aumento de las responsabilidades laborales. Pareciera como una epidemia que ataca a todas las parejas.

En mi labor como psicoterapeuta de parejas, es común escuchar: “estoy tan confundida, lo quiero pero ya no siento lo mismo”, o de parte de los hombres: “no sé qué me pasa, pero ya no me siento tan cercano a mi mujer, sé que la quiero, pero ya no la amo”. Así, percibo en ellos una desilusión respecto a las expectativas de estar juntos, de aceptar las limitaciones y defectos del otro y de tener una vida en común. Al parecer este proyecto no era realmente lo que querían, o se angustian al darse cuenta que deben poner más atención y energía en la relación, no estando ya tan dispuestos.

Algunas preguntas que estas parejas se hacen son:

“¿Dónde quedó la pasión que sentía?” “¿Qué pasó con las ganas que tenía por contarle todo lo que me pasaba?” “¿Por qué ya no me dan ganas de tener intimidad con ella/él?”

La relación de Pareja, hoy por hoy, es como una obra de ingeniería: primero tienen que construir una buena base de encuentro e intimidad, para después ir construyendo, uno a uno, los pisos de la relación que los lleven a tocar las nubes. Entre un piso y el otro se encontraran varios desafíos, unos mayores que otros, que en términos generales y, sintetizando las perspectivas de diversos expertos a fin de entender el origen de estas crisis que afectan a la persona o la pareja, se puede hablar de dos grandes tipos: Las crisis circunstanciales, donde sucesos inesperados, tales como accidentes o factores ambientales ajenos a la pareja, detonan una experiencia traumática que la desorganiza y desequilibra, como por ejemplo, lo son las muertes, los accidentes, asaltos, enfermedades, desastres naturales, desempleo, etc.; encontrándose también dentro de esta categoría, las crisis sociales, como los acontecimientos a nivel mundial, los cambios políticos y las guerras, que también producen experiencias de ansiedad y temor ante lo inesperado. Y, las crisis del desarrollo, estas consideran el ciclo de vida individual y ciclo evolutivo de la pareja. Para ir pasando de una etapa a otra, se requiere de una serie de transiciones. Cada etapa está caracterizada por ciertas actividades o tareas de crecimiento, que la persona y la pareja han de cumplir. Una de las más complicadas y que afecta al matrimonio joven, es precisamente la llegada del primer hijo. Recién pasan el momento de haber logrado estar juntos, darse cuenta de quién es y cómo es la persona que tienen enfrente, siendo súper cómplices uno del otro, al tiempo que se coordinan de mejor manera en el día a día, justamente cuando deben tomar distancia y aprender a relacionarse y conocer a una nueva personita: el hijo de ambos. Lo anterior obliga a reorganizarse. Lo más natural es, que al existir interferencia en su realización como pareja, es probable que sobrevenga una crisis por la incapacidad de integrarse a la siguiente etapa de vida, quedando muchas de las veces, estancada la pareja.

Este proceso de caminar entre una etapa a otra, en sí misma no es un factor determinante de sufrimiento. Son transiciones normales, que permiten a la pareja crecer. Deben tener en cuenta, que el paso de una etapa a otra puede transcurrir fácilmente o involucrar trastornos considerables, que se relacionan con la dificultad de la persona o de la pareja para tomar acuerdos y unirse en las tareas que deberán enfrentar y que están relacionadas con cada etapa. Así, el paso de una etapa a otra se convierte en una crisis, debido a la falta de conocimientos, habilidades y disposición al riesgo.

Al vivir la pareja su primera crisis, a nivel individual se vive una desilusión y una sensación de abandono por parte del otro. Por cierto que al nacer el primer hijo(a) la mujer se dedica más al bebé que a su marido, circunstancia que en la mayoría de los casos provoca en él una sensación de abandono y de distancia, al tiempo que ella generalmente percibe que él no se le acerca mucho, o que él se focaliza en el bebé, más que en regalonearla a ella, porque seguramente no la ve ahora igual que antes, sino cansada y con otras prioridades…, en suma, no sintiéndose protagónicos para su pareja. ¿Dónde quedó esa complicidad? Son en estas crisis cuando surgen todas esas preguntas que producen confusión y miedo de que se hayan equivocado, pensándose que esas mariposas que sentían en el estómago los primeros tiempos, los hayan dejado para siempre y sin remedio. Pero es precisamente en ese momento que la pareja deberá estar atenta a lo que siente y recurrir prontamente a la comunicación ¿Cómo? Simplemente, conectándose con lo que fueron… como se conocieron… ¿Qué me gusto de mi pareja, que me atrajo tanto que me volví loco o loca y nunca más me quise separar de él o de ella? Ahí está la clave, recordar y recrear esos momentos nuevamente, para tener presente lo que les unió y les dio sentido a su vida. Esto que pasa ahora, es tan solo una prueba, no importa que no sientan más lo mismo, no es que aquellas mariposas hayan desaparecido para siempre, ahí están, porque son parte de la cimiente de la pareja, solo que ahora tienen más pisos encima, más vivencias y experiencias, a veces sencillas y otras difíciles y dolorosas.

Les propongo que no se asusten, que no se den por vencidos, la pregunta que deben hacerse: ¿Cuándo me enamoré, me sentí feliz y querido al punto que decidí unir mi vida a él o ella? Si fue así, no importa lo que pase o lo que la vida les ponga delante, debemos recurrir a esos momentos y recrearlos.

Algunos momentos decisivos que deberán recuperar:

  • Buscar compartir momentos significativos y emocionalmente intensos con el otro, sean temas del trabajo, de los hijos o de la familia de donde provienen.
  • Recordar el pasado, aquello que los unió, expresando lo que esperan del presente, para que cada uno sienta que su idea de proyecto avanza.
  • Buscar espacios que les permitan tener contactos de piel, besos y caricias. No dejar de tener momentos de a dos, solos.
  • Contarse sus sueños y deseos, para apoyar y/o recibir apoyo económico y emocional, de modo de poder ir realizándolos.
  • Buscar espacios para la intimidad sexual, que es otra forma intensa de comunicarse.
  • Salir a divertirse y disfrutar de la vida, solos o en compañía de otras parejas.

En algunos momentos, es legítimo que la pareja pueda experimentar que ya no hay solución y que simplemente se terminó el amor, que las mariposas no volverán. Por esta convicción personal, es que para todos aquellos que puedan encontrarse sufriendo esta gran crisis, les sugiero aprovechar este episodio, dándose la oportunidad de luchar contra la adversidad, hasta sentir que de verdad lo han hecho todo, lo han dado todo, porque les aseguro que al dar la batalla, ambos saldrán fortalecidos y con mayores recursos para vivir las siguientes etapas de la vida. Lo más ventajoso al asumir este “desafío”, es que de no poder lograr finalmente con su actual pareja, la superación de este potente episodio, les puedo asegurar que toda esta experiencia quedará como una verdadera inversión emocional para encarar una próxima relación. A todas las parejas o matrimonios, sin excepción, les surge la toma de una decisión, sin tener todos los elementos en la mano, corriéndose un alto riesgo de acertar y así poder ser aun más dichosos que antes, o de errar y ser sumamente desgraciados. Sin embargo, el compromiso y la lucha les aportarán una mayor conciencia de sí mismos, otorgándoles riqueza, valor y dignidad como persona humana, al tiempo de permitirles continuar por la vida con la conciencia tranquila, de que han dado todo lo que tenían.

Nada cae del cielo y llega de manera gratuita, incluido el deseo y el amor por el otro. Por esto, si sientes que la sangre ya no corre igual por tus venas, que ya no deseas estar con tu pareja como antes o, que ese cosquilleo exquisito que sentías antes de encontrarte con tu amado o amada te dejó, deberás hacer algo o pedir ayuda. Les señalo que esta idea del amor y del deseo por el otro, que debe ser espontáneo y fluir sin hacer nada, es un mito y, si así lo piensan, están totalmente equivocados, ya que se necesita de la voluntad de ser dueños de sus deseos y de expresarlos con una intención determinada. Esto es, decirle al otro y planear el poder estar juntos. Recuerden que cuando pololeaban, tenían que planear por horas y a veces con días de preparación, para encontrarse: ¿Qué me pongo; de qué le hablo; a que restaurante vamos; que música le agrada? Toda esta planificación, esta producción, usando la imaginación, con gran atención en los detalles, formó parte de estas sensaciones y de los deseos en la expectativa de que llegara el momento de encuentro con la pareja. Por esto, los insto a que no esperen a que sucedan las cosas, a que él otro adivine lo que desean, sino que sean activos, ya que en una relación con algunos años de vida en común, e hijos incluidos, cualquier cosa que “pudiere suceder”, ciertamente no les sabrá tan a novedoso –porque ya ha sucedido todo- pero sí que de seguro les podrá evocar, hacer volar, recordando los momentos vividos. La diferencia entonces, es que hoy, tienen que hacer que realmente suceda.

 

La meta es que cada cierto tiempo -al igual que en primavera- las mariposas retornen a su vida de pareja. Que asuman que el amor y la pasión son algo que requiere de un compromiso total, no olvidando nunca, que no porque el otro viva contigo, significa que siempre estará disponible para ti.

Autor: Sandra  De la Garza  Talavera

Psicoterapeuta-Psicóloga  Clínica 

UV / UNAM / UCH

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