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La vida moderna es una vorágine de trabajo, estudio, familia, pareja y responsabilidades varias, en la que el tiempo siempre es poco, y las cosas por cumplir son muchas y apremiantes. La pandemia no ha hecho más que complejizar este escenario a niveles que muchas veces se nos pueden hacer insoportables. Con presencialidad, semi presencialidad o a distancia, detrás de una mascarilla o una pantalla, intentamos infructuosamente convencernos de que pronto ésto terminará, y que cuando termine, volveremos a ser los mismos, con los mismos proyectos, rutina y estilo de vida.

Y es en la vorágine del día a día, en el momento menos pensado, o incluso el más inadecuado, en que aparece el síntoma. Disruptivo, en el cuerpo, la conducta o el pensamiento, siempre insistente, impidiéndonos cumplir con nuestros objetivos y metas, impidiéndonos seguir siendo nosotros mismos.

Nuestra primera reacción será negar su existencia; nos diremos que no pasó nada, e intentaremos no darle importancia. El síntoma puede ser irritabilidad, angustia, ansiedad, baja de ánimo, miedo inesperado, llanto, u otro. Intentaremos convencernos de que no pasa nada, y ante un otro preocupado y la pregunta: “¿Qué te pasa?”, responderemos con un rotundo: “nooo nada, es que estoy cansado”.

Pero el síntoma es insistente, y por mucho que intentemos evadirlo y hacer “como que no pasa nada”, él se las arreglará para hacerse ver, a detenernos y cuestionarnos: ¿Qué hago con este malestar, con este síntoma que insiste, que no me deja pensar, sentir o ser en paz? Tal vez la mejor opción sea escuchar lo que el síntoma nos quiere decir.

Sin duda no será fácil: el síntoma nos dice de nosotros mismos, de nuestra rutina y nuestros proyectos, de lo que no queremos escuchar, y es por esto que requerimos la ayuda de un otro capaz de una escucha distinta, alguien que desde la distancia adecuada pueda ver lo que nosotros no estamos pudiendo ver. Lo segundo, y fundamental, es estar dispuestos a asumir que no volveremos a ser él o la que fuimos antes del síntoma, y que el síntoma nos está mostrando el camino respecto a algo que debemos cambiar en nosotros mismos.

Escuchando el síntoma superaremos el malestar, pero solo en la medida en que estemos dispuestos a cambiar nuestra forma de ser y de ver la vida. Asumir que él o la que fui ya es parte de mi historia, y sin miedo, abrirme desde el reconocimiento de mi propia vulnerabilidad, a proyectar quién puedo llegar a ser.

Felipe Moya G.

Psicólogo Clínico.

Magister en psicología Clínica.

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