+56 9 9349 0652 /+56 9 9999 1702

Hoy en día el COVID-19 y sus variantes nos posicionan ante una pandemia de carácter mundial. La progresión y propagación del virus se ha acompañado de políticas públicas tales como la puesta en cuarentena de la población durante periodos de tiempo significativos, cuyas consecuencias en salud mental son importantes de considerar.

El impacto psicológico sobre la población es evidente. La transición de la sociedad, desde las certezas con las que contábamos a un estado más incierto, nos sostiene en un afecto permanente de angustia por aquello que nos pueda suceder. Esta confrontación con lo incierto se puede tornar conflictiva cuando en algunos casos no conocemos recursos y alternativas que nos sirvan como medios de relajación y fuga, manteniéndonos inmersos en estados de ansiedad, frustración e incluso de depresión.

Si a esta incertidumbre sumamos el aislamiento obligatorio y el estacionamiento de los cuerpos, podríamos pensar que se inhibe de forma absoluta todo nuestro campo de acción, sin embargo, hemos podido evidenciar como se ha ido dando paso a la posibilidad de pensar sobre nosotros mismos, sobre cómo nos sentimos y cómo estamos eligiendo abordar nuestras vidas, como un otro actuar marcado por la reflexión. Desde aquí, este tiempo se ha constituido como una oportunidad para involucrarnos en nuestros procesos de construcción humana, buscando alcanzar objetivos de bienestar que antes de esta pausa no habíamos considerado. A su vez, nos ha permitido el reconocimiento de nuevas formas de comunicación, de nuestra capacidad de resistencia de adaptación a las diferentes formas de supervivencia, y la creación de nuevas formas de cuidados de la salud en un periodo donde ha arribado una comprensión mutua de la angustia y la incertidumbre.

Desde esta línea, es importante pensar la disociación cuerpo-mente y su amenaza a las raíces de la salud mental. Hablamos mucho del cuerpo hoy en día, pero la realidad es que el cuerpo es siempre algo que se nos escapa ya que no tiene un discurso común. Esto lo demuestra que las personas no pueden compartir sin ambigüedad lo que les pasa en el cuerpo, incluso aunque existan formas de agrupamiento (diagnósticos médicos) cuando tratamos de decir a alguien lo que nos pasa en el cuerpo siempre se torna algo ambiguo. Sabemos que el cuerpo dice cosas, pero ¿Qué dice? ¿De qué trata lo que dice?, es uno de los puntos que más interesa ya que es aquello que más singularidad tiene en nuestro devenir.

No es raro escuchar que uno de los estados que más se logra distinguir es el de ansiedad, el cual pareciera desbordar nuestros recursos e implicar al cuerpo en diferentes condiciones y acciones para su abordaje, no obstante, bajo efectos de alivio temporales. Dado esto, uno de los propósitos de este artículo es entregar algunas orientaciones para anticipar episodios críticos de ansiedad y así caminar hacia su dominio. Es importante siempre recordar que la ansiedad es desagradable o molesta, pero no es dañina o peligrosa. La ansiedad, por sí sola, no provoca infartos cardiacos o cerebrales. Existen una serie de recomendaciones básicas que se pueden seguir ante la percepción de la ansiedad, no obstante, dedicaremos una parte a orientar sobre lo que no es recomendable hacer ante la posibilidad de sufrir una crisis de este tipo.

Estos son:

  • Evita hablar en voz alta o más rápido de lo habitual: mantiene un ritmo despacio y en voz baja, procurando sostener un ritmo que no fuerce tu respiración.

  • Evita el consumo de cafeína y otros excitantes: esto debido a que algunos productos de consumo habitual pueden aportar excitantes suficientes para desencadenar una crisis de ansiedad.

  • Evita comer rápido: dado que esta acción facilita que se produzca la hiperventilación, un proceso muy relacionado con el sufrimiento de crisis ansiosas.

  • Evita dormir poco: dormir menos de lo habitual favorece la aparición de estados de irritación y estrés que indirectamente pueden dar lugar a la aparición de crisis de ansiedad.

  • Evita el sedentarismo: como ya vimos, el trabajo sobre el propio cuerpo se torna vital para la gestión de nuestras emociones. La práctica moderada de ejercicio físico tiene un efecto beneficioso sobre los niveles de estrés reduciendo así la posibilidad de desarrollar crisis.

  • Revisa la distribución de tu tiempo: es necesario mantener un equilibrio en la gestión de nuestros tiempos, procurando sostener las cuatro ocupaciones principales -autocuidado, productividad, ocio y descaso- de forma armonizada.

La mala distribución de los tiempos nos vuelve más vulnerables al estrés y nos predispone a sufrir estados ansiosos. Es importante revisar como valoramos nuestras acciones y cuánto tiempo dedicamos a cada una.

Pudiendo reconocer estas orientaciones como guías en nuestra cotidianidad, la importancia del presente escrito es invitarnos a reflexionar de forma más detenida sobre y desde nuestro cuerpo. Nuestra época es una época que sufre muchísimo del cuerpo, y en tiempos de pandemia y detención sería interesante permitirnos pensar ¿Cuáles son las consecuencias en nuestra salud de la imposibilidad de tocarnos, de interactuar desde nuestros cuerpos?, ¿De qué forma la introducción de la reflexión sobre nuestras sensaciones y movimientos corporales puede ayudar a sanar nuestro padecer?, ¿Hasta qué punto la ciencia, con el afán de mantenernos vivos, nos puede dar realmente plenitud vital? Para quienes padecemos de diversos malestares, los invito a interrogarnos más allá de lo visible. Si uno espera a que las cosas sucedan automáticamente, uno nunca utilizará sus propios recursos y, más importante aún, no obtendrá la satisfacción de haber sido capaz de usarlos. El cuerpo puede ser no solo una fuente de información, sino también un foco y un lugar para el cambio.

Monserrat Villablanca Gómez Psicóloga
ICNC Viña del Mar.

Comments

comments