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Reconoce y acepta lo que eres, lo que te gusta y lo que no.

Si aquello que no te gusta o te disgusta de ti mismo es una característica corporal, piensa en su funcionalidad, es decir, en todo lo que puedes hacer en el mundo gracias a esa parte de tu cuerpo, si no te gusta por ejemplo la forma de tu nariz, agradécele su existencia y funcionalidad tal cual es, ya que, gracias a ella, puedes respirar, oler una rica comida o el aroma del perfume de esa persona especial que tanto amo. Por otra parte, si lo que no te agrade de ti, guarda relación con algún aspecto de tu personalidad, ocupa tu energía en descubrir como cambiarlo y no en criticarte o culparte permanentemente por ser de tal o cual forma.

Si te vas a comparar, hazlo solamente contigo mismo, tomando en cuenta tus propios progresos y esfuerzos.

A menudo cometemos el error de compararnos permanentemente con un referente o persona externa a nosotros, olvidando un principio básico que, aunque suene muy obvio, habitualmente no tomamos en cuenta. Esto es que todos los seres humanos somos distintos, de acuerdo a nuestra crianza, experiencias de vida, valores, etc. Por lo tanto, nuestros procesos de aprendizaje, madurez, habilidades y fortalezas personales, también lo son.  El tomar conciencia de esta dimensión, conlleva a su vez dos alcances. El primero es que, si queremos trabajar nuestra autoestima, debemos ponernos metas que guarden relación con nuestros propios “puntos de partida” y no en referencia a alguien que, según nosotros, representa el ideal que queremos alcanzar. El segundo punto importante, es que, si entendemos que todos somos distintos, automáticamente deberíamos comprender que esperar que el otro actúe como nosotros esperamos, es un error, o más bien una expectativa que se verá frustrada la mayoría de las veces, ya que, si el otro es distinto a mí, es altamente probable que piense y haga cosas muy diferentes a las que yo haría en determinada ocasión. Si se logra soltar esta expectativa, créanme que sus relaciones interpersonales mejorarán sustancialmente.

Haz alguna actividad que fortalezca la relación contigo mismo y de la cual disfrutes realizar.

Recuerda… “si todas tus actividades y esfuerzos están movilizados por el deber ser, dejas de disfrutar la vida y pierdes la conexión con tus propias necesidades.” Nunca olvides que la primera persona a la cual hay que “mantener contenta y satisfecha” eres tu mismo, si no logras este principio básico de autocuidado, no podrás tener energía y tiempo de calidad para compartir con otros.

Si tienes que tomar una decisión compleja, que tus mejores consejeros sean tu intuición, tus valores y tu conciencia.

Muchas veces cuando estamos inseguros o dubitativos frente a la toma de decisiones, hay personas que tienden a pedir excesivos consejos y puntos de vistas diversos antes de tomar una decisión, lógicamente no hay nada malo en aquello, todo lo contrario, efectivamente pudiese ser un buen ejercicio para cotejar objetivamente nuestra visión o postura frente a una determinada situación, no obstante, es recomendable que la decisión que tomes, sea aquella que a ti te deja en paz y tranquilo con tus valores y principios, ya que solo así, podrás hacerte cargo de los resultados de ella y por ende, empoderarte acerca de los eventuales cambios o consecuencias que esto conlleve, muchas veces, cuando hacemos algo tomando el consejo de otro, pero este esta en disonancia con nuestra voz interior, habitualmente solemos arrepentirnos, con el agravante de sentirnos culpables por no haber escuchado nuestra intuición.

Si decides cambiar algo de ti en cualquier ámbito, fíjate metas realistas que impliquen siempre un plan de acción.

Muchas personas se proponen metas tan ambiciosas cuando quieren cambiar algo que les disgusta, que lo único que hacen fijando expectativas elevadas, es garantizar el abandono de esa meta por el elevado monto energético que implica ponerla en marcha. Además de lo anterior, no debemos olvidar que para que una meta se transforme en parte de nuestro repertorio conductual o emocional, lo primero que debemos hacer es fijarla como un “hábito” y bien es sabido que un hábito se transforma en tal y perdura en el tiempo, a través de las constantes repeticiones de “eso” que deseamos cambiar y como todo proceso, no ocurre de la noche a la mañana. Por lo tanto, ten paciencia, regula tus expectativas a pequeños pasos y verás como pronto llegarán nuevos resultados.

Desafíate a salir de tu zona de confort.

La tendencia natural de la especie humana por un tema de “economía adaptativa” es acomodarnos y quedarnos en nuestra zona segura, en lo conocido, ya que en este espacio sabemos que esperar y como movernos. No obstante, si bien esta comodidad nos brinda seguridad, la contraparte es que no nos desafía a generar ningún nuevo aprendizaje para nuestro propio crecimiento personal y ya se imaginarán lo potente que es para nuestra autoestima el sentir que conseguimos conquistar un nuevo dominio en cualquier área de nuestra vida, incluso aprendiendo un nuevo hobbie o instrumento, si te brinda placer tanto mejor. Es por esta razón, que te invito a practicar este tips cambiando la afirmación; no puedo hacer tal o cual cosa por la pregunta ¿Y por qué no?  ¿Qué me lo impide? Verás como esta simple interrogante, te abre un mundo de posibilidades que antes ni siquiera te hubieses imaginado.

Admite tus limitaciones y reconoce tus habilidades.

Recuerda, no es una obligación saber de todo y ser bueno para todo, cada ser humano tiene un repertorio distinto de habilidades y destrezas, lo importante es que tu estés consciente de cuáles son aquellas áreas que para ti son fáciles de realizar y disfrutas hacer, así como también, aquellas que te resultan complejas, ya que este básico mapeo, te permitirá tomar decisiones de manera asertiva en base al propio conocimiento de ti mismo.

Trátate a ti mismo como si fuera tu mejor amigo

Obsérvate y toma conciencia de los propios juicios que tienes y haces de ti mismo y de tus acciones, verás que hay una especial correlación en cómo te ves y tratas a los demás, incluso hay muchas personas que con sus seres queridos son especialmente condescendientes, pero consigo mismo son muy castigadores y autocríticos. Un simple ejercicio que te servirá para tomar conciencia de esta dimensión, es poner atención en qué es lo primero que te dices cuando cometes un error… aquí te dejo varios ejemplos para que veas cual se ajusta más a tu experiencia…

  • ¡Cómo fui tan tonto(a) otra vez hice lo mismo ¡
  • ¡No puede ser que no me haya dado cuenta ¡
  • No importa, es normal que me equivoque porque estoy aprendiendo y esta experiencia me servirá para no volver a cometer el mismo error.

Seguramente ya en el ejemplo dos te habrás sentido identificado y estarás esbozando una leve sonrisa, pues tranquilo, a todos nos pasa y es más común de lo que parece. Lo importante es que tomando conciencia de todas las conversaciones que tienes contigo día a día, podrás ir también mejorando su calidad y contenido.

Ps. Rebeca Wolff Prudant

Psicóloga

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