+56 9 9349 0652 /+56 9 9999 1702


“María es una niña de 3 años que asiste al jardín infantil en las mañanas. Su madre es la encagada de pasar a dejarla al jardín antes de irse a su trabajo, pero la noche anterior, María no durmió bien ya que comenzó a tener pesadillas relacionadas a la presencia de monstruos bajo su cama. En la mañana María despertó llorando y se sentía irritable mientras que a su madre se le hizo difícil el lograr arreglarla para que estuviera lista en el horario del jardín. En el trayecto al jardín, María continuaba sollozando y la madre se comenzó a frustar y a sentir enojada con la conducta de su hija, ya que sentía que la estaba retrasando para llegar a su trabajo y pensaba que María tenía esa actitud ya que no quería asistir al jardín ese día, entonces la madre supuso que si no se ponía firme su hija estaría logrando su objetivo. Finalmente la madre dejó a María angustiada llorando en el jardín y las educadoras al no saber bien el contexto por el cual lloraba, no lograron regularla en un corto tiempo”.


Este es un ejemplo en que no se generó una respuesta sensible entre la cuidadora y su hija para regular sus niveles de estrés de manera efectiva. Muchas veces los adultos actuamos o damos respuestas en base a nuestras interpretaciones de lo que le pasa al niño(a), teniendo además como obstáculo el que el niño(a) muchas veces tiene dificultad para interpretar lo que siente o piensa, además de un escaso desarrollo del lenguaje verbal expresivo en etapas tempranas. Quizás si esta madre hubiese intentado indagar el motivo por el cual su hija despertó llorando, hubiese interpretado los problemas de sueño generados por los miedos nocturnos y así habría podido adoptar una actitud distinta con su hija en la mañana, además de habérselo comunicado a las educadoras en el jardín para que hablaran del tema y la pudiesen calmar con mayor facilidad en esa instancia. 

Soy psicóloga clínica de niños y adolescentes, he tenido la suerte de ser mamá y soy una ferviente creyente de que la crianza es uno de los desafíos más grandes e importantes que nos tocará en la vida. Al fin y al cabo nos estamos haciendo responsables del desarrollo de un ser humano, único y complejo, por lo tanto, los adultos que asumen el cuidado de niños y niñas, debiesen comprender la complejidad y responsabilidad de su rol para preocuparse de desarrollar habilidades que faciliten una crianza más consciente, es decir, más preocupada del presente, el aquí y ahora en la interacción con un otro, que a pesar de tener menor edad, es un sujeto de derecho igual que el adulto. La tarea como verán no es fácil y por eso creo que uno de los pilares de la crianza consciente es el aprender a criar en comunidad, con la pareja, amigos, vecinos, abuelos, tíos, profesores, cuidadores etc, aprender a compartir la responsabilidad y buscar redes de apoyo para cuidarnos, ya que para nuestros pequeños no somos sólo sus cuidadores, ¡somos lo mas importante en sus vidas!, si tiene dudas al respecto, pregúnteles, y le aseguro que se va a sorprender.

Existen ciertos elementos que aconsejo considerar al momento de querer entregar una respuesta asertiva y dirigida a cubrir las necesidades reales de los niños y niñas. En primer lugar, debemos siempre conocer la particularidad y subjetividad de cada individuo, ya que en crianza no se pueden aplicar moldes estándar y es una idea que cada vez cobra más relevancia no sólo a nivel familiar sino que también a nivel educativo.

También es recomendable mantener una comunicación fluída con los otros cuidadores (por ejemplo: niñeras, parvularias, profesoras, abuelos…etc), con el objetivo de hacer traspaso de los hitos importantes ocurridos en el día además de conocer el estado emocional del niño(a) durante ese día y asi estar más consciente de los factores que pudiesen estar influyendo en su sentir y en su actuar. 

Además del apoyo y coordinación con los otros cuidadores, es importante no situarse como cuidador en un rol omnipotente, ya que si quiero mejorar mis respuestas con el niño o niña que está a mi cuidado, debo ser autocrítico en mi labor y así hacer revisiones reflexivas de mi propio actuar, pensar y sentir en la interacción con el niño(a) para luego hacer ajustes que calibren mejor mi sintonía con él. No sirve funcionar con piloto automático en la crianza. No podemos ser autómatas como a veces se observa en el trabajo y en otras áreas de la vida.

También debemos ser humildes y asumir que estamos en constante formación, no existe una única solución a los problemas de crianza, también es recomendable sanar las heridas de nuestra infancia para no trasmitirlas a nuestros hijos, preocuparnos de nosotros como cuidadores para poder cuidar de mejor manera a los niños. Un ejemplo muy claro de ello, es cuando al volar en un avión, solicitan que en caso de alguna emergencia primero sea el adulto a cargo el que se ponga la mascarilla para así contar con el oxígeno necesario para auxiliar y poner la mascarilla al menor de edad. 

Muchas veces vamos a cometer errores en el camino, es algo que no podemos evitar, es parte de nuestra escencia humana, pero sí podemos preocuparnos de ser reflexivos con nuestro actuar e ir mejorando en base a esa retroalimentación con el entorno, en la constante búsqueda de una mejor versión de nosotros mismos.

“El objetivo principal de la educación es crear personas capaces de hacer cosas nuevas, y no simplemente repetir lo que otras generaciones hicieron”

Jean Piaget. 



Ps. Bernardita Laso Sotomayor

Psicóloga Clínica de Niños(as) y Adolescentes

Socia de MI CANGURO SpA. Cuidado y Crianza Respetuosa.

Comments

comments