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¿Por qué repetimos aquello que nos hace sufrir? La importancia de romper el ciclo.

En el complejo escenario de la vida humana, nos encontramos con un enigma intrigante: ¿por qué repetimos aquello que nos hace sufrir? ¿existe un goce en el displacer o simplemente estamos destinados a hacerlo como parte de nuestra propia naturaleza? 

La verdad, existen muchos factores que propician el desarrollo de esta conducta. En primer lugar, es importante destacar que los seres humanos no siempre hacemos lo que más se ajusta a nuestra conveniencia o bienestar. Podríamos excusarnos argumentando que casi nunca sabemos con certeza qué es lo que nos hará bien. Sin embargo, el problema es que una vez que hacemos algo y sus consecuencias no nos trajeron ningún tipo de ganancia aparente, o nos produjeron un sufrimiento “en exceso” lo seguimos haciendo, lo repetimos. El refrán nos recuerda que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. Nos cuesta ser constantes, excepto en nuestros deslices. ¿A qué se debe esta absurda perseverancia? 

Una de las respuestas más frecuentes es que, en el fondo, todos somos un poco masoquistas. En lo más profundo y recóndito de nuestro ser algo se favorecería con nuestras desgracias. Increíble paradoja: ¿Cómo es posible que algo en nuestro propio ser se beneficie con nuestra propia desgracia? Por supuesto, es el inconsciente que nos juega una mala pasada.

Quizás lo más relevante de este angustiante fenómeno es que, en el corazón de la repetición de patrones dolorosos y autolesivos, yace la sombra del pasado. Es ahí, en las experiencias infantiles y las dinámicas familiares donde la repetición actúa como arquitecto invisible de nuestros comportamientos actuales. Repetir situaciones dolorosas puede, paradójicamente, brindarnos una sensación de familiaridad, aunque sea disfuncional, debido a esa profunda conexión con nuestra historia personal. Es decir, repetimos experiencias dolorosas porque en algún nivel inconsciente, nos resulta placentero. Por ejemplo, una persona que ha sufrido en su infancia puede repetir patrones de comportamiento autodestructivos en su vida adulta, como elegir parejas violentas o adicciones, porque en el fondo, se siente cómoda en ese ambiente. El síntoma es una forma de defensa contra la angustia, una manera de evitar enfrentar un conflicto interno. 

¿Por qué, entonces, nos aferramos a lo que nos hace sufrir? Como mencionaba antes, la respuesta puede residir en la familiaridad. Aunque el sufrimiento sea indeseado, lo conocido puede parecer más seguro que lo desconocido. Repetir experiencias dolorosas, de alguna manera, ofrece un sentido de control, incluso si este control es ilusorio y contraproducente. 

Por otro lado, también es posible sostener que la repetición de experiencias dolorosas es una forma de reparación, es decir, repetimos situaciones dolorosas para intentar reparar algo que quedó pendiente en el pasado. Utilicemos el mismo ejemplo anterior, una persona que ha sufrido en su infancia puede repetir patrones de comportamiento autodestructivos en su vida adulta, como elegir parejas violentas o adicciones, pero en este caso sería para intentar reparar la relación con su padre o madre abusivos.

Ya sea para sentirse en control y evitar la angustia o para buscar la reparación, lo cierto es que la repetición de patrones dolorosos a menudo sirve como un eco de conflictos no resueltos, buscando una resolución que, paradójicamente, perpetúa el sufrimiento.

Rompiendo el Ciclo: El Papel de la Conciencia y la Terapia, conclusiones que Liberan.

La primera clave para romper el ciclo de repetición es la conciencia. Reconocer y comprender los patrones autolesivos es el primer paso hacia la transformación. La terapia, con su énfasis en la exploración profunda y el diálogo reflexivo, se erige como una brújula en este viaje. Al explorar las conexiones entre el pasado y el presente, entre lo consciente y lo inconsciente, podemos comenzar a desentrañar el tejido de nuestras elecciones repetitivas. La terapia ofrece una luz en este proceso, permitiendo que la conciencia y la comprensión sean las fuerzas motrices que guíen hacia la liberación de patrones dañinos y nos muevan hacia un camino de resignificación y bienestar.

Juan Pablo Sáez
Psicólogo

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