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Primera Parte: La socialización comienza en casa: erradicar el maltrato e incorporar los buenos tratos en la infancia.

La socialización comienza en casa, los niños imitan las conductas que ven entre los padres,  de los padres con sus amigos y entre los familiares. Y desde luego, el modo en como son tratados por sus padres.  Los niños terminan por imitar espontáneamente estas conductas y como no tienen perspectiva terminan por aceptarlas como normales.

De este modo la madre que le pega al hijo, sólo manifiesta su propia frustración frente a la conducta  y su incapacidad de manejarlo. Le traspasa el mensaje implícito al hijo de:

  • Que los golpes son una manera efectiva de abordar los problemas.
  • De que cuando se sienta sobre pasado por alguien o algo y pierda la paciencia, también puede golpear. (Si después de todo, su propia madre o padre lo hacen.)

Luego no podemos quejarnos si el niño(a) le pega a sus hermanos pequeños, el hermano pequeño al gato,  o soluciona sus problemas en el colegio piñizcando o pegando.  Por eso es tan importante que los modelos en la casa no peguen JAMÁS, sin importar la circunstancia (que le sacó las teclas al computador, rompió el Tablet o le quebró un dedo al hermano detrás de la puerta). En esto no hay excepciones, el maltrato hacia los niños NUNCA se debe justificar. Es mejor reconocer cuando se ha perdido la razón y se ha incurrido en este tipo de medidas que intentar atribuir al niño la responsabilidad del accionar de los padres.  Decir “es que es tu culpa, tú me provocas” o “Tu lo quisiste” o “Tú sabías que me iba a enojar” es hacer responsable al niño (pequeño, en formación) de una conducta que ha ejecutado el adulto (padre, madre o cuidador y que ha ELEGIDO tal acción).

No se debe olvidar nunca que nosotros siempre elegimos como nos tomamos las cosas. No importa lo que nuestro hijo(a) haya hecho, nosotros elegimos como nos lo tomamos y qué reacción tenemos. Nosotros y solo nosotros  – no el hijo – elegimos si le pegamos, lo mandamos fuera a pensar, lo metemos al agua helada o conversamos cuando todos nos hayamos calmado.

Por esto hay ciertas normas básicas de convivencia  que hay que intentar aplicar siempre:

  1. No pegarle a los niños. Tratarlos con cariño, paciencia y respeto.
  2. No gritarles (a menos que sea sin agresividad para llamarlos; “Niños a comer”,  o para evitar un accidente; “¡cuidado! ¡un auto, detente!”). Hablarles con tranquilidad, con voz suave, esto en general baja los decibeles en toda la casa y se respira de inmediato un ambiente más agradable, en lugar de la tensión que generan los gritos que pueden generar cuadros de estrés. Esto se debe generalizar a las salas de clases donde si bien las profesoras ya no pegan, algunos utilizan los gritos sin ningún cargo de conciencia a vista y presencia de apoderados y rectores que no intervienen porque lamentablemente, provienen de una cultura de la agresión.
  3. Restringir todo lo posible la exposición a escenas violentas en TV, video juegos y películas.  Se sugiere supervisar qué programas ve y cómo se resuelven los problemas en esos programas (mediante buenos tratos o la ley de la selva).

Todo lo anterior se resume en  la máxima: Jamás exponer al niño a una situación de violencia. Esto incluye tirones de pelo,  oreja,  patillas, palmazo, tapa boca, programas agresivos de TV, gritos, amenazas violentas  o de abandono (“si no me haces caso te voy a matar” o “me voy a ir”)  o peor aún; que vea que se le pega a un hermano o entre los padres.

Luego de erradicar la cultura de la violencia de nuestras casas, nuestras oficinas y escuelas, recién podemos conversar acerca de cómo socializar a nuestros niños para ayudarlos a tener relaciones con sus pares más amistosos, seguros y sanos.

La cultura de los buenos tratos es aquella en la que al niño se le ponen límites claros y permanentes que no dependen del estado de ánimo. Se le trata con dulzura y con paciencia, se le da tiempo para que exprese también sus emociones negativas guiándolo para que lo haga de  una manera adecuada. Es una cultura en la que priman básicamente tres conceptos: el buen trato, los límites y el respeto. El respeto es considerar la versión del niño, preguntarle qué pasó, qué lo hizo actuar así y ver de qué otra manera podría haberlo hecho. Es validar sus sentimientos y su discurso sin calificarlo con etiquetas negativas.

Segunda Parte: Estrategias para ayudar a socializar a los más pequeños.

Es muy importante cuando hablamos de los niños considerar sus características personales y darle espacio para que desarrollen sus habilidades y gustos. Un niño tímido probablemente necesitara más ayuda para integrarse con pares, más ocasiones para debutar, pero también momentos de descanso en la protección de su hogar y familia que habrá que respetar para no agotarlo. Con un niño hiperactivo en cambio, habrá que darle mayores oportunidades de expansión libre para poder jugar y correr libremente que a otros niños más tranquilos.

¿Qué es la expansión libre? Son momentos de juego libre, sin guía, en los que el niño juega a su gusto,  con los compañeros de juego que aparecen; corre sin sentido, trepa, salta, baila, grita, se tira al suelo, rueda, queda sucio y continúa. No son las clases de karate, de tenis, el taller de arte, el jugar a los legos en la salita de la casa con la mamá. Son espacios absolutamente LIBRES en un lugar seguro que lo permita. Puede ser la plaza del barrio, la playa, el club, el patio del colegio en las tardes, etc. En niños hiperactivos debe brindárseles la oportunidad para que lo hagan al menos cada dos días (pensando especialmente en niños que viven en departamentos,  tienen  patios pequeños, o no tienen hermanos). En niños sin hiperactividad o incluso tranquilos, al menos una vez a la semana. Darles el espacio y dejar que ellos jueguen sin intervenir ansiosamente a menos que realmente haya un peligro o haya que intervenir en una interacción violenta. Esto permite a los padres observar cómo socializa el niño con pares, hacer correcciones in situ y volver con un niño tranquilo y cansado a casa.

Por lo tanto, considerando las características personales de los niños, es decir aumentando o disminuyendo según cada cual,  se sugiere:

  • Darles espacios para expansión libre.
  • Invitarle amigos a la casa de su edad, no importa que sea de diferente sexo.
  • Animarle a hacer deportes grupales y acompañarlos a los campeonatos.
  • Participar en las actividades comunitarias del colegio y del barrio (Ej. Día del padre, 18 de septiembre, etc).
  • Llevarle a los cumpleaños.
  • Llevarle a plazas, bibliotecas públicas, picnics, playa, zonas de naturaleza como cerros y ríos.  Lugares donde vea otras personas y puedan interactuar.
  • Hacer actividades entretenidas en casa: invitar amigos con hijos, hacer asados, celebrar todos juntos el año nuevo, el 18 de septiembre, los cumpleaños.
  • Que vean los hijos lo importantes que son las amistades para los padres. Que vean que sus padres también tienen amigos, reciben y hacen invitaciones.

Que ven como los padres tratan a sus amigos, los quieren y resuelven sus problemas conversando. Es muy importante en este aspecto que los padres recuerden que siempre son modelos para los hijos y que no deben excederse en los eventos sociales con el trago, ni consumir marihuana u otras drogas frente a ellos.

  • Elegir programas y películas que estimulen interacciones saludables y estados de ánimo alegres o divertidos, en lugar de programas violentos que les genera ansiedad en los niños.
  • Animar a los hijos a tener muchos amigos, en lugar de un solo “mejor amigo”.
  • Ayudarle a construir su autoimagen social con aseveraciones positivas buscando las conductas asertivas para destacarlas: “eres tan sociable”, “me encantó como le dijiste fuerte que no te pegara más, así se resuelven las cosas, muy bien”, “¿Cómo lo pasaste? Eres tan sociable, no paraste de jugar hoy…”, etc.

En edad preescolar y hasta aproximadamente la pubertad la mayoría de los panoramas y de las instancias de socialización pasan necesariamente por los padres que son quienes toman la iniciativa, dan los permisos y son el transporte. Es un sacrificio que vale la pena hacer y que favorecerá enormemente todo el desempeño posterior social de nuestro hijo.

Pilar Montero Molina.

Psicóloga PUC.

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